Mi madre siempre me cuenta que cuando era pequeña
tenía tantas ganas de leer que me descubría todo el tiempo fingiendo que lo
hacía: me leía a mí misma, le leía a mis padres, le leía a mi hermana, ¡les
leía incluso a las plantas del jardín! Me inventaba los cuentos o simplemente
los memorizaba y engañaba a todo el mundo, que acababa pensando que realmente
ya leía.
Y claro que leía. Debemos acabar con todos esos
prejuicios en torno a la lectura. El niño lee desde que presta atención a los
libros y a la lectura porque, cuando hace eso, lo demás simplemente ocurre.
Aprende mejor y más rápido el que quiere, no el que puede.
Cuando llegué a este colegio, una de mis
ilusiones era poder llevar a los niños mi amor por la lectura. Este curso mi
sueño se hizo realidad. Dentro del proyecto que fui elaborando durante el
verano, quise incluir algo que me parecía fundamental: el apoyo de las
familias. Mi experiencia y mi formación en este ámbito me decían que, si
conseguía involucrar a las familias, la experiencia no sólo tendría más
posibilidades de éxito, sino que, además, sería inolvidable para todos. Y vaya
si lo ha sido.
Quiero, por tanto, agradecer a todos los
familiares que han robado las sonrisas de nuestros pequeños, que los han
llevado de viaje a bosques encantados y encantadores, a selvas o al espacio exterior,
que les han presentado a lobos, cigarras, niños diminutos y niñas carmesí.
Gracias por haber traído la magia a nuestro colegio y por haber formado parte
de él. Gracias por descubrirnos cuentos nuevos o por enseñarnos a contar los
viejos de otro modo, gracias por el tiempo y por las ganas, por la valentía y
el cariño. Gracias por absolutamente todo.
¡Les esperamos en el segundo trimestre!